¿Y si piensan que…?, ¿Si digo tal cosa se me verá como una…?, “Prefiero no hacerlo por si acaso da la sensación de que yo…”

          ¿Os suenan estas preguntas? Seguro que alguna vez os habéis visto pensándolas. La opinión de los demás nos influye, y vamos a ver cómo podemos manejarla.

          Voy a ir deteniéndome en un caso que atendí hace tiempo para que se vaya viendo más claro  el tema a tratar hoy. M. es una chica de 27 años, acude a consulta porque recientemente se ha terminado su relación de pareja y se siente muy triste ya que ella no quería dejarlo. Su pareja le fue infiel, y le ha dicho que ya no siente lo mismo. 5 años atrás había pasado por una situación similar, su ex pareja le era infiel y también decidía dejar la relación. Ella tiene la sensación de que algo no está bien en ella, cree que es “muy pesada”, que sus parejas se cansan de ella y que nadie va a querer estar a su lado. Está muy preocupada por cómo la ven los otros, por qué piensen los chicos sobre ella y la gente en general.

  • LA PRESIÓN SOCIAL

          La sociedad manda muchos mensajes que nos influyen a la hora de relacionarnos con los otros. M. sentía que “estar en pareja era el único camino para ser feliz”, y que “estar soltera” era algo de lo que había que huir. Le preocupaba que los demás pensaran de ella que por no tener pareja era un bicho raro, que le hubieran sido infiel suponía que era una fracasada… Cuando en el trabajo le preguntaban acerca de la situación de pareja, evitaba el tema y prefería no contestar o daba excusas para no tener que hablar sobre ello.

  • LA PROPIA MIRADA (AUTOESTIMA)

          Cuando escucho en consulta este tipo de frases de pacientes que me cuentan lo que temen que los demás piensen de ellos, siempre me gusta preguntarles: ¿Puede ser que tú en algún momento hayas pensado eso de ti? Y es muy habitual que así sea. Normalmente cuando tememos que los demás piensen que soy: “aburrido”, “tonta”, “pesada”, “soso”, “… es porque PROYECTAMOS lo que pensamos y se lo colocamos a los demás. La proyección es un mecanismo de defensa habitual.

          Siguiendo con la historia de M, ella sentía de sí misma que era una pesada, que no iba a gustar a nadie, que no era interesante para los demás, que podía resultar aburrida, y que era rara. Casualmente todo esto era lo que pensaba que los demás pensarían sobre ella y que era motivo para ser rechazada.

          Cuando proyectamos nuestros propios pensamientos en los demás, después vamos buscando todo tipo de respuestas (gestos, miradas, palabras…) que corroboren lo que pensábamos. (Esto se llama Profecía Autocumplida), y de esta manera cuánto M. más temía que se la viera como bicho raro, más se fijaba en gestos distintos de los demás, más se inhibía a la hora de relacionarse, y se metía en un laberinto sin salida ella sola donde no paraba de dar vueltas y vueltas.

  • LA MIRADA DE LA FAMILIA

          No podemos obviar la influencia que la familia más directa (normalmente los padres o cualquier familiar con el que se compartió mucho tiempo en la infancia y la adolescencia) tienen sobre nuestra visión sobre nosotros mismos. Desde pequeños recibimos mensajes más o menos directos sobre cómo pensamos, sentimos, actuamos… etiquetas más o menos favorables acerca de nuestra identidad. Esos mensajes se quedan grabados como tatuajes.

          M. venía de una familia en la que ella era la menor de dos hermanas. Su madre había padecido depresión durante muchos años mientras ella era pequeña, y su padre había sido una figura bastante ausente. No recuerda mensajes de valoración hacia ella. Al contrario, lo que fue apareciendo en la terapia es que había una serie de mensajes que había ido escuchando por mucho tiempo: “Eres una pesada, tienes que dejar a tu madre tranquila”. Este mensaje significaba que cada vez que ella quería compartir sus pensamientos o emociones, se los cortaban y además le hacían sentir que no tenían importancia. Ella fue creciendo creyendo que agobiaba a los demás con sus cosas, y que además, era una persona poco interesante y aburrida.

  • ¿QUÉ HACER FRENTE A LA MIRADA DE LOS OTROS?

          -CONOCER LAS PROPIAS ETIQUETAS Y LAS RECIBIDAS POR LAS PERSONAS IMPORTANTES EN NUESTRA VIDA. Al conocerlas y saber de dónde vienen y cuánto tiempo llevan con nosotros, podremos hacerlas frente e ir transformándolas en otro tipo de mensajes más cariñosos y comprensivos.

          -EXPRESAR LAS EMOCIONES QUE VIENEN UNIDAS CON ESAS ETIQUETAS: enfado, vergüenza, frustración, tristeza, impotencia, culpa, miedo…

          -DESPRENDERNOS DE LAS QUE NO QUERAMOS SEGUIR LLEVANDO CON NOSOTROS: esto requiere de un trabajo profundo, no es tan fácil de hacer. Hay muchas veces que se descubre que hay ideas acerca de uno mismo que llevamos desde hace mucho tiempo y que queremos dejar de llevar porque no hemos elegido.

          M. quería dejar de verse y sentirse como pesada, poco interesante, aburrida… y en ello estuvimos trabajando. Uno de los objetivos era que ella pudiera sentirse alguien “querible”, importante para otros, que lo que tenía que decir sí era interesante, que aunque dijera tonterías, también tenía permiso a decirlas y no tenía por qué callarlas, ni tenían por qué rechazarla por ellas.

          -ACEPTAR LA CRÍTICA Y LA MIRADA “NEGATIVA” SOBRE NOSOTROS PARA APRENDER DE ELLA. No podemos controlar lo que los demás piensen de nosotros, pero sí podemos trabajar para aceptar que no a todo el mundo vamos a gustar, y que aceptar las críticas o miradas negativas también es parte del aprendizaje.

          -LOS DEMÁS TAMBIÉN TIENEN SUS VIDAS, NO SIEMPRE SOMOS TAN IMPORTANTES: esta idea suele aliviar mucho. Cada uno está con sus propias preocupaciones, miedos, inseguridades y en la mayoría de  las veces que pensamos si estarán pensando tal o cual cosa sobre nosotros, los demás están en sus propios temas.  

          -VER LA MIRADA BONITA DE LOS OTROS: rescatar qué miradas son bonitas hacia nuestra persona. Esto es algo que nadie suele hacer cuando se siente inseguro, ya que sólo se fija en las negativas. M. dejaba de ver que sus amigas creían que era una persona divertida, les encantaba pasar tiempo con ella, era muy querida en el trabajo, había chicos que se habían enamorado de ella pero a los que ella no había correspondido…

          Para concluir, la mirada de los demás nos influye, y así va a ser en parte, ahora bien, hay que equilibrar que los mensajes que tenemos de nosotros mismos sean no sólo negativos, sino neutros y también positivos. Sólo de esta manera, la mirada de los demás será tolerable, sino producirá sufrimiento.

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